Antonio Neyrot nació en Rívoli del Piamonte. Ingresó en eI convento dominicano de San Marcos en Florencia, del que san Antonino era superior. Después de hacer su profesión religiosa, fue enviado a una de las casas de la orden en Sicilia. Los piratas se apoderaron de la nave, entre Nápoles y Sicilia, y el beato fue vendido como esclavo en Túnez. Logró finalmente que le libertasen, pero cayó en una esclavitud todavía peor, pues el estudio del Corán le hizo perder la fe y abrazar la religión de Mahoma. Algunos meses después, comprendió súbitamente su error, gracias, según se cuenta, a una aparición de san Antonino. Lleno de contrición, repudió a su esposa, hizo penitencia y volvió a rezar diariamente el oficio divino. Más tarde, vestido con su hábito de fraile, se presentó ante el gobernador de Túnez y, en presencia de una gran multitud, abjuró de la herejía y proclamó que el cristianismo era la única religión verdadera. Las razones, las promesas y las amenazas no le hicieron mella alguna. Entonces el juez le condenó a muerte. El beato fue apedreado y descuartizado por la espada; murió arrodillado en oración, con las manos levantadas al cielo. Su cadáver fue quemado; unos mercaderes genoveses llevaron a Italia las pocas reliquias que pudieron recoger. El culto al Beato Antonio fue aprobado en 1767.
En Acta Sanctorum, agosto, vol. IV, hay dos relatos del martirio del beato Antonio. En Analecta Bollandiana, vol. XXIV (1905), pp. 357-374, se encontrará una fuente todavía más valiosa: se trata de una carta que Pedro Ranzano, provincial de los dominicos de Sicilia, escribió en 1461 al Papa Pío II. Ver también Procter, Dominican Saints, pp. 87.90.