Fragmento de la homilía pronunciada por SS Juan Pablo II en la ceremonia de beatificación del P. Chevrier, el 4 de octubre de 1986:
Apóstol, esto es lo que quiso ser el padre Chevrier cuando se preparaba al sacerdocio. «Jesucristo es el Enviado del Padre; el sacerdote es el enviado de Jesucristo». Los pobres mismos avivaron en el padre Chevrier el deseo de evangelizarlos. Pero fue Jesucristo quien lo «captó». La meditación ante el belén en la Navidad de 1856 lo transformó de una manera especial. Desde entonces tratará siempre de conocerle mejor, de ser su discípulo, de conformarse a Él, para mejor anunciarlo a los pobres. Él revive especialmente la experiencia del Apóstol Pablo, cuyo testimonio acabáis de oír: «Pero lo que tenía por ganancia lo considero ahora por Cristo como pérdida, y aun todo lo tengo por pérdida a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp 3,7-8). ¡Qué radicalismo en estas palabras! He aquí lo que caracteriza al apóstol. En Cristo, «participando en sus sufrimientos» y «experimentando la fuerza de su resurrección», él encuentra la «justicia divina ofrecida a la humanidad pecadora, ofrecida a cada hombre como don de la justificación y de la reconciliación con el Dios infinitamente santo».
El apóstol es, pues, un hombre «captado por Cristo Jesús».
El apóstol tiene la confianza absoluta de que, «conformándose a Cristo en su muerte, podrá llegar él también a resucitar de entre los muertos» (cf. Flp 3,11).
Él es también el hombre de una esperanza escatológica que se traduce en la esperanza de cada día, en un programa de vida cotidiana, a través del ministerio de salvación que él ejerce para los demás.
El padre Chevrier trata de alcanzar con todas sus fuerzas este conocimiento de Jesucristo, para mejor captar a Cristo, como él había sido captado por Él. Medita sin cesar el Evangelio; escribe miles de páginas de comentarios para ayudar a sus amigos a ser ellos mismos verdaderos discípulos. Él mismo trata de reproducir la vida de Cristo en su propia vida. «Nosotros debemos representar a Jesucristo pobre en su pesebre, Jesucristo sufriente en su pasión, Jesucristo que se deja comer en la santa Eucaristía» (Le veritable disciple [=V.D.], Lión 1968, pág. 101). Y más aún: «El conocimiento de Jesucristo es la clave de todo. Conocer a Dios y a su Cristo eso lo es todo para el hombre, todo para el sacerdote, todo para el santo» (Carta a sus seminaristas, 1875). He aquí la oración que culmina su meditación: «¡Oh Verbo! ¡Oh Cristo! ¡Qué bello sois! ¡Qué grande eres!... Haz que yo te conozca y te ame, Tú eres mi Señor, y mi solo y único Maestro» (V.D., pág. 108). Tal conocimiento es una gracia del Espíritu Santo.
Desde ese momento el padre Chevrier está completamente disponible para la obra de Cristo: «Conocer a Jesucristo, trabajar por Jesucristo, morir por Jesucristo» (Cartas, pág. 89). «Señor, si tenéis necesidad de un pobre..., de un loco, aquí estoy..., para hacer vuestra voluntad. Estoy contigo. Tuus sum ego» (V.D., pág. 122).
Datos biográficos (tomados de franciscanos.org):
El P. Antoine Chevrier nació en 1826 de una familia humilde. Entró en el seminario de Lión y fue ordenado sacerdote en 1850. Inmediatamente fue destinado como vicario de Saint-André de la Guillotière, barriada de Lión. En Navidad de 1856, año de las catastróficas inundaciones de Lión, el P. Chevrier sintió la llamada a compartir la situación de los desheredados. En 1857 se hizo capellán de la «Ciudad del Niño Jesús», fundada por el seglar Camille Rambaud, ministerio que ejerce en la mayor pobreza junto con diversos colaboradores. En 1860 alquila un salón de baile de mala fama, llamado del Prado, donde establece la «Providencia del Prado», alojamiento para niños y adolescentes pobres, que reciben asistencia material y educación cristiana. En 1867 es nombrado párroco de Moulin-à-Vent, a 3 kilómetros de Prado, pero sigue viviendo en Prado. Exonerado de la parroquia en 1871, se ocupa de la formación de sacerdotes pobres, que se dedicarán a evangelizar a los pobres. Los cuatro primeros que terminaron sus estudios en Roma, recibieron la ordenación sacerdotal en 1877, regresaron a Prado y formaron el primer núcleo del futuro Instituto. El P. Chevrier murió en Prado el 2 de octubre de 1879. Pocos meses antes había presentado su dimisión y el P. Duret había pasado a ser el nuevo superior del Prado. Actualmente la familia del Prado está constituida por sacerdotes (más de mil en 1986), religiosas, hermanos y seglares.