Andrés pertenecía a una noble familia: era sobrino de Rinaldo Conti, que fue más tarde papa, con el nombre de Alejandro IV, y era también pariente de otro famoso ciudadano de Anagni, Benedicto Gaetani, que fue el Pontífice Bonifacio VIII. Dejando de lado todas las esperanzas de un porvenir glorioso en el mundo, Andrés ingresó en la Orden de Frailes Menores, como simple hermano lego, renunciando aun al sacerdocio. La fama de su santidad llegó pronto a ser muy grande y se tiene por cierto que se le propuso el capelo cardenalicio, que el beato se negó rotundamente a aceptar.
Nuestras fuentes de información no son muy fidedignas, lo cual nos inclina a mostrarnos escépticos acerca de algunos incidentes en la leyenda del beato. Por ejemplo, Wadding cuenta que «en una ocasión, cuando Andrés estaba enfermo y no podía digerir los alimentos ordinarios, un amigo le llevó unas aves asadas. El siervo de Dios, compadecido de las inocentes criaturas, en vez de comerlas, hizo sobre ellas la señal de la cruz y les mandó que se cubrieran de plumas y echaran a volar. Los pajarillos obedecieron al punto y levantaron el vuelo, piando alegremente» (Léon, I, 134). Está fuera de duda que el Beato Andrés fue muy venerado en vida y más aún después de su muerte, por los milagros que se le atribuían. Murió el l de febrero de 1302, y su culto quedó formalmente aprobado en 1724.
Ver Léon, Aureole Séraphigue, vol. I; Mazzara, Leggendario Francescano (1676) vol. I, pp. 155-156.