Mateo de Termini o de Taormina, en Sicilia, tomó en religión el nombre de Agustín Novello. Después de una brillante carrera en Bolonia, donde estudió y enseñó leyes, llegó a ser canciller del rey Manfredo. Dicho monarca pereció en la batalla de Benevento. En la misma batalla Mateo recibió tales heridas, que sus compañeros le abandonaron al creerlo muerto. Mateo prometió entonces consagrarse enteramente al servicio de Dios si salía con vida de aquel trance. En cumplimiento de su promesa, ingresó como hermano lego en la orden de los Ermitaños de San Agustín, sin identificarse. En una ocasión en que el convento se vio envuelto en un proceso muy complicado, Agustín se ofreció a redactar un informe; lo hizo en forma tan clara, inteligente y persuasiva, que el abogado de la otra parte exclamó, según se dice: «Este informe es obra de un ángel o de un demonio, o quizás de Mateo de Termini; pero Mateo murió en la batalla de Benevento». El mismo abogado manifestó su deseo de conocer al autor del informe; al reconocer en el monje Agustín a Mateo, felicitó al superior porque contaba entre sus hijos a un jurista tan distinguido. Agustín acompañó al beato Clemente Osimo a Roma, donde ambos redactaron las constituciones de la Orden. El Papa Nicolás IV nombró a Agustín penitenciario de la corte pontificia y Bonifacio VIII le envió de legado a Siena. El beato fue elegido prior general de su orden en 1298; pero dos años más tarde, renunció al cargo y se retiró a la ermita de San Leonardo, que él mismo había construido cerca de Siena. Allí murió el 19 de mayo de 1309.
En Acta Sanctorum. mayo, vol. IV, hay una biografía escrita, según se dice, por un contemporáneo del santo. Ver también Analecta Augustiniana, vol. IV (1908), p. 326 ss, y vol. VI (1910), pp. 120-133. Existen, además, varias biografías de tipo popular, como la de P. Sanfilippo (1835).