Lucía de la Immaculada (en el siglo: Maria Ripamonti) nació en Acquate (Lecco, Italia) el 26 de mayo de 1909.
En 1918, para ayudar a su numerosa familia, abandonó la escuela y comenzó a trabajar en la hilandería. Al mismo tiempo, se dedicó a la vida parroquial, en el oratorio y en la Acción Católica.
A partir de 1927, tras el cierre de la hilandería, encontró trabajo en una fábrica.
Habiendo madurado su vocación a la vida consagrada, el 15 de octubre de 1932 se trasladó a Brescia e ingresó en la Congregación de las Siervas de la Caridad. En 1935 hizo sus votos religiosos temporales, tomando el nombre de Sor Lucía de la Inmaculada Concepción.
El 13 de diciembre de 1938 hizo su profesión perpetua en la Casa Madre, donde permaneció en la comunidad.
Después de un profundo discernimiento, obtuvo permiso de su director espiritual para hacer el voto de "víctima por la salvación de los hermanos".
Se distinguió por la prudencia, la confidencialidad y la obediencia, tanto que se convirtió en un punto de referencia para las hermanas y los laicos, que se acercaban a ella confiando también en su sufrimiento personal. A todos transmitió valor, ofreció ayuda, encomendándose al Señor, para encontrar los caminos más adecuados para satisfacer las necesidades materiales y espirituales más urgentes.
Ayudó a varios jóvenes desempleados a encontrar empleo, a menudo como intermediario con los empleadores. Ofreció la misma disponibilidad a las hermanas mayores de la Casa Madre, acompañándolas con amor en sus terapias. Con particular sensibilidad y respeto, también ayudó a familias necesitadas.
Aquejada de cáncer de hígado, murió el 4 de julio de 1954 en Brescia (Italia).