Caterina Cittadini nace en Bérgamo el 28 de septiembre de 1801, sus padres fueron Giovanni Bautista y Margherita Lanzani. Es bautizada el 30 de septiembre en la iglesia parroquial de San Alejandro en Columna. En e1 1808, queda huérfana de madre y es abandonada por su padre, Caterina junto a su hermana Judit, nacida en e1 1803, es acogida en un orfanato del Conventino de Bérgamo. Bajo la guia del prior padre Giuseppe Brena, vive una intensa vida cristiana, que contribuye a formar en ella una fe solida, una profunda confianza en el Señor, una caridad activa, una tierna devocion a la Virgen María, un gran sentido de responsabilidad y de laboriosidad en orden al desenvolvimiento del propio deber. Después de haber conseguido el diploma de maestra elemental, en el 1823 deja el Conventino para transladarse con su hermana a casa de sus primos sacerdotes Giovanni y Antonio Cittadini que habitaban en Calolzio, parroquia de la Diócesis de Bérgamo.
Aqui las hermanas permanecen cerca a dos años, encontrando en sus primos sacerdotes una segura guia espiritual en un ambiente pastoralmente muy activo. Caterina se desempeña, como maestra provisoria y en el 1824 como maestra estable, en la escuela comunal femenina de Somasca, fracción de la Comuna de Vercurago cercano a Calolzio. Con su hermana Judit madura el deseo de entrar en una congregación religiosa. Piden, por esta razón, consejo al padre Giuseppe Brena, su director espiritual en el Conventino de Bérgamo, el cual les indica que la voluntad de Dios consiste en quedarse en Somasca: ellas mismas serán las piedras fundamentales de una nueva familia religiosa en aquella pequeña región, ya custodiada por la santidad de san Jerónimo Emiliano.
En el 1826, juntamente a su hermana Judit, se translada definitivamente a Somasca en una casa que alquilan. En octubre del mismo año compra un inmueble que, ampliado con ulteriores adquisiciones, será sede de un colegio de niñas y seguidamente del Instituto Religioso de las Hermanas Ursulinas. En Somasca Caterina encuentra una idónea guia a su vida espiritual en los Clérigos Regulares Somascos, fundados por San Jerónimo Emiliano, en quien ella admira e imita el ejemplo de caridad y pobreza.
La tarea de maestra la introduce en la vida de la pequeña región de Somasca, donde Caterina participa activamente en la vida parroquial: es maestra de la doctrina cristiana, se inscribe en diversas confraternidades, participa con las compañeras y alumnas en las sacras funciones, abre su casa para la acogida de la juventud femenina, para animarla y recrearla, segùn el estilo oratoriano. Se distingue por la atención hacia los más necesitados y los más pobres, la puerta abierta, no sin grandes sacrificios de todo tipo, su obra benéfica a niñas huérfanas o imposibilitadas de frecuentar la escuela comunal, o provenientes de lugares lejanos.
Nace en 1832 la escuela privada «Cittadini» y en el 1836 el Colegio de Niñas, cuya dirección es confiada a la hermana Judit. Las valoraciones positivas también sobre la escuela privada y sobre la casa de educación se multiplican: en realidad la formación de las educandas, inspirada en los valores de la vida cristiana, prepara a las muchachas a realizar una elección sabia de vida, vivieron en un cristianismo coherente, así que un excepcional testimonio contemporáneo puede escribir: «La prueba más convincente y que basta de si sola a mostrar la óptima instrucción que aquellas niñas recibían de las pías maestras, es el constante florecimiento de aquel internado hasta ahora, consecuencia del buen resultado de sus alumnas, las cuales no solo en Somasca se enriquecieron en toda virtud religiosa, moral y civil, sino de aquellos artes que conviene a mujeres, y mas aún, llevaron tales ventajas para a sus regiones, donde surgieron nuevas escuelas o reedificaron las deterioradas, con tal progreso de la moralidad que aquellos párrocos consideran todavía a las maestras Ursulinas de Somasca como las principales benefactoras de los pueblos donde se establecieron».
Toda la vida de Caterina esta acompañada de grandes pruebas: en 1840 Judit muere imprevistamente, con sólo 37 años; en 1841, con la muerte de el padre Giuseppe Brena y de su primo el padre Antonio Cittadini, le llegan a faltar otros valiosísimos apoyos. En 1842 Caterina es presa de un grave malestar, del cual sana prodigiosamente por intercesión de la Virgen de Caravaggio y de san Jerònimo Emiliano.
En el 1845 debe dejar la actividad educativa en la escuela comunal, para dedicarse enteramente al colegio de niñas, al cuidado de las huérfanas y a la guia de las compañeras que estaban muy unidas a ella, decididas a compartir no sólo la actividad educativa, sino tambien la entera consagración al Señor en la vida religiosa. No fue fácil conseguir la aprobación de las reglas del nuevo instituto, y de contratiempo en contratiempo, muere el 5 de mayo de 1857, sin ver dicha aprobación, que llegará recién en diciembre de ese mismo año. Sin embargo su obra perdura, y viene coronada en 2001 con la beatificación de la fundadora por SS Juan Pablo II.