Anna Maria sintió el llamado de hacerse viuda consagrada, a dedicarse a las obras de caridad, especialmente con los presos: «era muy comprometida con los presos, con quienes nadie se interesaba», dice el padre Camera, postulador de la causa de beatificación. «Y no se trataba de visitar la prisión como medio de escape. Ella siempre estaba muy comprometida [...] Vivió esta maternidad hacia aquellos que no eran sus hijos».
Luego vinieron otros momentos de dolor: murieron siendo todavía niños, sus hijos Guido, Alberto y Celestina. Sólo se quedó con Poldino, quien luego se fue al monasterio Benedictino y falleció a los 26 años. Pese a todos estos sucesos, Anna María no perdía la esperanza. Muchos hombres de fe quedaban admirados por su actitud y algunos la buscaban para pedirle consejo. Entre ellos san Juan Bosco, el obispo Domenico Maria Villa, el beato Andrea Ferrari, arzobispo de Milán.
Varias mujeres quisieron seguir su ejemplo y así nació la llamada Pía Unión de Damas visitadoras de la cárcel bajo la protección de los Sagrados Corazones de Jesús y María, una asociación de mujeres voluntarias especializadas en la pastoral carcelaria. Anna María tomó en alquiler una casa para las mujeres que salían de la cárcel para que pudieran reinsertarse en la sociedad. También recibía allí a las niñas huérfanas en riesgo. El 1 de mayo de 1857, junto con ocho compañeras, dio inicio a la nueva congregación Esclavas de María Inmaculada de Parma. Dos años más tarde pronunció con ellas los votos privados de castidad, obediencia y pobreza.
Estas mujeres se comprometieron a consagrar su vida religiosa a la recuperación de las mujeres caídas, la tutela de quienes estuvieran en peligro, la materna asistencia de los desamparados y huérfanos. «No sólo iban a visitarlas sino que se comprometían a insertarlas en la sociedad con un trabajo. Ellas las acogían para asegurar así el futuro», dice el padre Camera.
El obispo de Parma Andrés Miotti confirmó los estatutos de esta comunidad el 28 de enero de 1893. Anna Maria murió el 7 de febrero siguiente, sólo nueve días después de este hecho. «Vistió el hábito religioso prácticamente en el lecho de muerte», comenta su postulador. La fama de santidad de Anna María comenzó a expandirse rápidamente. Se registraron 57 presuntos milagros que se habían hecho gracias a su intercesión. Además muchos hablaban de milagros que la beata había hecho en vida: «El Señor ha obrado en su vida. Tuvo una fe muy bella porque ella confiaba en sus confesores, en las mediaciones humanas, buscaba entender qué cosa quería el Señor, momento tras momento y esta fe la llevaron muy alto. Creo que los milagros que hizo se debieron a esta fe», concluye el padre Camera.
Basado en el escrito de Carmen Elena Villa para Zenit, en la semana d ela beatificación.