En la época de la Revolución Francesa había dos conventos en el pueblecito de Bolléne: uno de ursulinas y otro de la adoración perpetua del Santísimo Sacramento. Esta última congregación había sido fundada en Marsella por el Venerable Antonio Le Quien, en 1639. En abril de 1794, las religiosas de ambos conventos se negaron a prestar el juramento republicano que les exigían las autoridades, pues tanto los cristianos como los no cristianos atribuían a dicho juramento una significación antirreligiosa. A consecuencia de ello, veintinueve de las religiosas fueron encarceladas en la prisión de Orange, junto con otras muchísimas mujeres. Las religiosas continuaron en la prisión su vida regular, en cuanto fuera posible. La jornada empezaba a las siete de la mañana con el rezo del oficio parvo.
La primera víctima fue la beata María Rosa Deloye, benedictina, condenada a muerte el 6 de julio por haber intentado «destruir la República con su fanatismo y superstición». La beata Ifigenia De Gaillard De Lavaldéne, de la congregación de las adoradoras, fue condenada al día siguiente. El día 9 del mismo mes, fueron ejecutadas las dos primeras ursulinas: la beata Melania De Guilhermier y la beata Angela De Rocher. Casi todos los días del mes se llevaron a cabo otras ejecuciones. En total, perecieron en la guillotina treinta y dos religiosas, de las cuales dieciséis eran ursulinas, trece adoratrices, dos bernardinas y una benedictina.
Según el testimonio de una religiosa que escapó con vida, las supervivientes rezaban cada día en la cárcel las oraciones por los agonizantes para encomendar a Dios a las víctimas y cantaban el «Te Deum» para darle gracias. La beata Pelagia Bes, cuando recibió la noticia de que había sido sentenciada, compartió con su compañeras de prisión una caja de bombones, diciendo que había que celebrar «sus nupcias». La beata Teoctista Pélissier compuso un himno en el que cantaba su deseo de morir en la guillotina. La beata Marta Cluse, una hermanita lega que era muy hermosa, se negó a contraer matrimonio con uno de los verdugos, lo cual le hubiese permitido escapar con vida. «Estos angelitos mueren con la sonrisa en los labios», comentó uno de los guardias.
Las treinta y dos mártires fueron beatificadas en 1925. Después de la caída de Robespierre, los miembros del tribunal de Orange fueron condenados a su vez. Dos de los jueces y el abogado del tribunal se reconciliaron con la Iglesia antes de la ejecución. En 1802, se abrió nuevamente el convento de las Adoratrices de Bolléne. Dichas religiosas inauguraron un nuevo convento en Taunton, en 1863.
Véase Redon, Les trente-deux réligieuses guillotinées a Orange... ; H. Leclercq, Les martyrs, vol. XII (1913). Hay un resumen de los hechos en Baudot y Chaussin, Vies des Saints, vol. VII (1949), pp. 209-215. Decreto de beatificación en AAS 17 (1925), pág 151ss. Artículo del Butler-Guinea (México, 1964), 9 de julio: «Mártires de Orange»