«Los siervos de Dios, inscritos hoy en el catálogo de los beatos, representan a todos los componentes de la comunidad eclesial: hay entre ellos obispos y sacerdotes, monjes, monjas y laicos. Fueron probados de muchos modos por los partidarios de las ideologías nefastas del nazismo y el comunismo. Mi predecesor Pío XII, consciente de los sufrimientos que padecían estos fieles discípulos de Cristo, con íntima participación manifestó su solidaridad con "los que perseveran en la fe y resisten a los enemigos del cristianismo con la misma fuerza indómita con que resistieron un tiempo sus antepasados", y elogió su valentía por permanecer "fielmente unidos al Romano Pontífice y a sus pastores" (encíclica Orientales Ecclesias, 15 de diciembre de 1952: AAS 45 [1953] 8).
Sostenidos por la gracia divina, recorrieron a fondo el camino de la victoria. Es un camino que pasa por el perdón y la reconciliación; un camino que lleva a la luz resplandeciente de la Pascua, después del sacrificio del Calvario. Estos hermanos y hermanas nuestros son los representantes conocidos de una multitud de héroes anónimos -hombres y mujeres, esposos y esposas, sacerdotes y consagrados, jóvenes y ancianos-, que durante el siglo XX, el "siglo del martirio", afrontaron la persecución, la violencia y la muerte con tal de no renunciar a su fe.»
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