«Durante la guerra de Indochina, en Laos, entre los años 1954 y 1970, diecisiete discípulos de Cristo sufrieron el martirio por el amor a su nombre. Entre estos santos mártires, se encontraba el joven sacerdote José Tien (Ban Then, 5 de Diciembre de 1918 – Muang Xoi, 2 de Junio de 1954), primer mártir de Laos, además de otros catequistas [Pablo Thoj Xyooj (1941-1960), José Outhany (1933-1961) Tomás Khampheuane Inthirath (1952-1968), Luc Sy (1938-1970), Maisam Pho Inpeng (1934-1970)].
Algunos miembros de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París [P. Juan Bautista Malo MEP (1899-1954), P. René Dubroux MEP (1914-1959), P. Noel Tenaud MEP (1904-1961), P. Marcel Denis MEP (1919-1961), P. Lucien Galan MEP (1921-1968)] y de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada [P. Mario Borzaga OMI (1932-1960), P. Louis Leroy OMI (1923-1961), P. Miguel Coquelet OMI (1931-1961), P. Vincente L’Hénoret OMI (1921-1961), P. Juan Wauthier OMI (1926-1967), P. José Boissel OMI (1909-1969)] también ofrecieron su vida en sacrificio para que el Evangelio pudiera ser oído.
La iglesia de Laos reconoce en estos bienaventurados a sus padres fundadores.»
Tomado del Decreto de beatificación. La ceremonia de beatificación fue presidida por el Card. Orlando Quevedo, delegado del Papa Francisco, en Vientián, Laos, el 11 de Diciembre de 2016. La memoria conjunta (en las respectivas diócesis y congregaciones donde debe celebrarse) está fijada para el 16 de diciembre.
Homilía del Card. Quevedo en la misa de beatificación:
Mis Hermanos y Hermanas en el Señor:
En verdad ¡Éste es el día en que actuó el Señor! Les presento los saludos llenos de afecto de nuestro Santo Padre, saludos de paz y alegría en el Señor.
En su Carta Apostólica respondiendo favorablemente a la solicitud de los obispos de beatificar a los 17 Mártires de Laos, el Papa Francisco los llama "testigos heroicos del Señor Jesús y de su Evangelio de paz, justicia y reconciliación.” Instruye a la Iglesia de Laos a celebrar su fiesta cada año, el 16 de Diciembre.
Hoy es sobre todo una celebración del amor perseverante de Dios, amor de Dios por el pueblo de Laos, amor de Dios especialmente para con nuestros 17 Mártires. Ellos, como respuesta al amor fiel de Dios, entregaron sus vidas por la causa de Jesús. Por esto el Beato José Thao Tiên y sus 16 compañeros son héroes de la fe. Ofrecieron sus vidas al servicio del Señor y al servicio de sus hermanos y hermanas en la fe. Creían por eso hablaron de Jesús (véase 2 Cor 4, 13) no sólo con palabras, también con sus vidas.
Debemos contar una y otra vez a cada generación sus historias personales llenas de heroísmo. Sus nombres están inscritos para siempre en los anales de la Iglesia de Laos: un sacerdote diocesano, 5 sacerdotes de la sociedad de las Misiones Extranjeras de París, 6 sacerdotes de la congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, 5 miembros laicos que incluyen a un joven catequista de 19 años y un estudiante-catequista de 16. Un catequista, José Outhay, había nacido en Tailandia y se había hecho catequista en Laos tras la muerte de su mujer y de su hijo.
El sacerdote diocesano de Laos, el Beato José Thao Tiên, y los laicos catequistas eran jóvenes. Las palabras de S. Pablo bien podrían haber resonado en sus corazones: "Que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza.” (1Tim 4, 12). Sus vidas heroicas, sin duda, han sido un ejemplo de fidelidad perseverante al Señor. Sus historias personales son de los más inspiradoras y edificantes.
Sus muertes violentas abarcan un período que va de 1954 a 1970. Los últimos Mártires, el joven catequista Kmhmu’, Luc Sy, y su compañero Maisan Pho Inpeng, murieron por la causa de Jesús en 1970, hace sólo 46 años. Sin duda, nuestro mismo obispo, Mons. Ling, joven diácono en aquel momento atesora numerosas memorias de sus heroicos compañeros. Mons. Ling y Mons. Banchong también soportaron grandes sufrimientos después por su fe en Jesús. Muchos de ustedes, ahora con 70 años podrán recordar a nuestros héroes de la fe y las circunstancias de sus muertes violentas. Quizás algunos de ustedes fueron parientes o amigos suyos.
Fieles a Jesús hasta el final, cada uno de ellos, sacerdotes, misioneros religiosos extranjeros, y laicos laosianos, podrían exclamar sin dudar con el salmista: "He escogido el camino de la lealtad, a tus juicios me conformo. A tus dictámenes me mantengo adherido, Señor”. (Sal 119, 30-31)
¿Por qué están decididos a comprometer sus vidas al Señor? Porque amaron al Señor sin límites. Desde la fe se comprometieron ellos mismos, como sacerdotes y catequistas, al servicio de sus hermanos y hermanas. Por la fe, compartieron los sufrimientos de Cristo. Suyas fueron las palabras del Apóstol Pablo: "Yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo… la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gal 2, 19-20)
Por su fe en Jesús y su amor a Jesús, por sus servicios a las comunidades de fe de las distintas ciudades y aldeas de Laos, el Señor les concedió el don de la vida eterna, y ahora contemplan con amor y alegría la gloria de Dios (véase Juan 11, 40; 3, 36).
Ustedes, querido Pueblo de Dios, son un muy "pequeño rebaño” en medio de un pueblo de millones de laosianos. Pero sin duda, si "la sangre de mártires es la semilla de la Iglesia” (Tertuliano, Apologeticus, capítulo 50), entonces ciertamente podrán ver el fruto de su sangre derramada:
- en los distintos lugares de Laos donde ellos ofrecieron sus vidas;
- entre sacerdotes y religiosos y religiosas;
- entre laicos de distintas vocaciones, casados y solteros, padres y viudas;
- y entre los jóvenes.
El grano de trigo ha caído en terreno y ha muerto. Con total certeza, dará fruto (véase Jn 12, 24) en el número de católicos, en la cualidad de su fe, en el número de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, en un mayor dinamismo de los jóvenes, en la energía espiritual de movimientos y comunidades de laicos.
Hoy, el Espíritu del Señor nos invita a seguir la vida y el camino de nuestros 17 Mártires. Son testigos heroicos de la obra del Señor, obra de justicia y misericordia, de paz y reconciliación. Por estos valores del Evangelio, ellos entregaron su vida.
Nosotros les honramos no sólo rezándoles, puesto que están definitivamente en el Cielo. Les honramos viviendo nuestra fe en la forma en que ellos la vivieron, amando al Señor de la forma en que ellos le amaron – en nuestras luchas de cada día por perseverar en la fe y en las inseguridades de cada día en la vivencia de nuestra fe. Las palabras del profeta Isaías en la primera lectura de hoy nos inspiran: "¡Sed fuertes, no temáis!” (Is 35, 4). San Pablo nos anima de la misma manera: "Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes” (1 Cor 16, 13).
Hermanos y hermanas en el Señor, como nuestros 17 héroes de la fe, también nosotros podemos ser testigos de Jesús proclamándole y contando su historia no con palabras, sino por la forma en que vivimos. S. Juan Pablo II nos dice que los fieles que viven un vida cristiana ofrecen el testimonio más silencioso y a la vez más elocuente de Jesús, (véase Ecclesia in Asia, nº. 23).
"Confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros… animad a los débiles” (1 Tes 5, 11.14), especialmente en tiempos de grandes pruebas por nuestra fe. Que María, nuestra amorosa Madre sea nuestra compañera siempre en el viaje hacia una vida de fe profunda y de amor vibrante. Que nuestros 17 Mártires nos ayuden a amar y servir a los otros, especialmente a los pobres y necesitados para que la justicia, la paz y la reconciliación de Dios reine siempre en su hermoso país de Laos.
El Santo Padre, el Papa Francisco les concede su paterna bendición apostólica.
(Vientán, Laos – 11 de Diciembre de 2016)